La regla del juego

Hoja de TET / febrero 1997.

PETER BROOK se encuentra en Québec por dos semanas. Él nos entrega dos o tres cosas que hace a propósito del teatro, entre las cuales se encuentra el peligro de dar demasiada importancia al puestista en escena. 

Entrevista: Vincent Desajuteis

Texto: Luc Boulanger

Traducción: Alma Blanco[1]


Después de la visita de Ariane Mnouchkine, de Robert Wilson y de Giorgio Strenhler, quedaba Peter Brook, uno de los grandes puestista actuales, por visitar Québec. Ya no es así. Brook llegó a Québec esta semana en compañía de su mujer, la actriz Natacha Parry. Ellos vinieron a presentar, a taquilla cerrada, su última realización común – Brook no había dirigido a su mujer desde El Jardín de los Cerezos, en 1981 – Oh, Los días felices de Samuel Beckett, dentro del cuadro de la Carrefour Internacional de Théatre. La pieza muestra el cartel lleno durante las representaciones a realizarse desde el 23 al 26 de mayo.

A los setenta y un años, y cerca de los cincuenta de trabajo y búsqueda escénica, Brook es indisociable de la evolución del teatro contemporáneo. Fundador del Centro Internacional de Creación Teatral, albergado en las Bouffes du Nord en París, Brook ha llevado numerosas obras memorables a la escena: desde el repertorio Shakesperiano a una gigantesca adaptación teatral del Mahabarata. Su arte se empapa en diferentes fuentes y como la mayoría de los grandes artistas, él es humilde frente a su trabajo.

“Una idea bastante peligrosa ha aparecido en el curso de este siglo que han llamado la era del puestista en escena», lanza Brook en el momento de una reciente entrevista telefónica. “Es la idea de que el puestista es un autor. Esto es válido y necesario en el cine. En un set de rodaje, es necesario seguir las reglas y la visión de un realizador, porque si no, no se llegaría jamás al final del rodaje. Pero no es así en el teatro. Un puestista en escena que quiere dar su visión del mundo a través de su “escritura escénica”, niega el sentido mismo del teatro. El teatro es un arte colectivo. Cada individuo aporta algo al conjunto. Un puestista está allí para estimular la aparición de estos diferentes puntos de vista, y al final de cuentas, canalizarlas dentro del espectáculo.”

¿Esto impide al puestista expresar su opinión? “No, podemos tener una visión, pero esta no debe ser cerrada y estrecha; ella puede modificarse continuamente y evolucionar en contacto con la opinión de los demás”.

Si bien el arte no es el terreno de las certezas, Brook sin embargo tiene una convicción: en el teatro, el diablo es el fastidio.

Para evitar la trampa del fastidio, el puestista practica lo que podríamos calificar de improvisación dentro del rigor. “Todo acto del teatro es un acto que se descubre en el presente y por lo tanto dentro de lo imprevisto. Si el juego es convincente, justo y verdadero, es porque hay la improvisación. Dentro del sentido que no es una copia, sino algo que se dibuja bajo nuestros ojos. Naturalmente esto implica una cantidad enorme de trabajo y repeticiones. Es necesario improvisar en el interior de una disciplina muy precisa”

A priori, Peter Brook no tiene un “método” puesto que a él le gusta navegar entre dos polos del arte dramático, que son sus dos maneras de abordar el teatro. Una tendencia espectacular como el teatro isabelino, donde podemos representar el mundo entero sobre una escena, y una más íntima que favorece la relación directa con el público. “Podríamos llamar a eso un método maximalista y un método minimalista”.

Oh, Los días felices, primera puesta en escena que Brook consagra a Beckett –quien ha sido uno de sus amigos– se acerca al segundo método. Beckett es un autor que combina lo ordinario y lo extraordinario. “La poesía de Beckett es su forma de utilizar las palabras como por una corriente que las lleva. Se dice permanentemente que el teatro de Beckett es negro y pesimista. Para mí Oh, los días felices expone una visión dura de la realidad, pero nos muestra también como soportar el insoportable peso de la existencia. Winnie está sepultada dentro de la tierra pues ella está absorbida por la vida, pero ella lucha y dice también que por eso vale la pena estar viva. Es una pieza a la vez terrible y luminosa”.

“Yo no hubiese montado nunca Oh, los días felices si no hubiese habido una coyuntura entre la actriz y la pieza, confiesa Brook. Yo estaba convencido que mi mujer podía hacer resurgir algo nuevo encarnando a Winnie”. En cambio la actriz no estaba segura… ”Tenía mucho miedo, me tomó cinco años convencerla de aceptar este personaje”, dice Brook.

Para Brook, un puestista está a la escucha de una obra. “Yo me tomé muchas libertades con los textos de Shakespeare, pues podía permitírmelo. Esto no es posible con Beckett, él es uno de los raros autores que saben exactamente como deben ser montadas sus piezas. Su estructura es muy precisa. Sería estúpido cambiar la mínima indicación del autor”.

En su obra capital, publicada el 1968, El Espacio vacío, Brook hablaba de los actores como “instrumentos de carne y sangre que se abren a lo desconocido”. “El rol del puestista es tratar de encontrar junto a los intérpretes la música sutil que da el sentido a la obra. El teatro es simplemente la relación entre dos grupos de seres humanos: las personas que actúan y los testigos de su actuación. Todas las cosas de estilo, decorado, iluminación terminan siendo secundarias. Para el futuro del teatro es necesario ir hacia el despojamiento para preservar la necesidad de este encuentro humano”.


[1] La fotocopia de este artículo la trajo Elizabeth Albahaca de Canadá. No conocemos la fecha exacta de su publicación ni el nombre del periódico o revista.

 


Artículo en versión pdf:
ArrimarseAlaOrilla LaReglaDelJuego

Deja un comentario