- Anabel Rodríguez Ríos
Jesús Sosa, nuestro querido Chucho, fue en esta vida un ser iniciático.
A Chucho le debo el inicio en el Zen, el inicio en las Artes, en el Amor, y en la vida. Siempre tuviste Chucho una conexión con el misterio de la vida, que querías transmitir en cada uno de tus emprendimientos, y te dabas allí, sin límites, sin moral, sin ataduras, libre. Así libre siempre Chuchi.
Quiero recordarte Chucho desde tus imágenes y tu profundo amor por la Belleza, por el Teatro. Seguro, en el amor incondicional y profundo de tu esposa y tu hijo Emiliano, conseguirá esa obra un resguardo y una forma de ver la luz y será publicado, como siempre lo soñaste. Para ello daré todo mi apoyo en agradecimiento puro Chucho por el impulso tan grande que me diste cuando aún éramos unos niños.
Recuerdo con Chucho esos viajes por carretera que nos llevaron por tantos rincones del país y del alma. En especial, recuerdo nuestro viaje juntos a la cumbre del Roraima. Algún día me animaré a escribir lo que fue una gran historia del principio de nuestras vidas.
2. Arnaldo Mendoza
Chucho Jean Dean, no cualquiera, tampoco rebelde.
Siempre outsider, muy conciliador… «¡Qué loooco!» Como diríamos hace treinta años pa’atrás, no… ¡Qué tal!
Verte era escuchar un rockanroll Bro…
Sin grandes motos negras, ni mucho cuero aunque sé que te atraía…
Había un Fiat Spazio azulito que muchas veces nos llevó con calma por la Cota mil…
Hablábamos de la vida… je
Del Ávila, de cómo queríamos fuese el universo
Hablábamos de nada…
Nada decíamos…
Quedábamos en silencio y era grato, Bro.
Era muy agradable.
Nos gustaban los gatos… Amaste los gatos con pasión.
Qué cercanos y comunes fuimos, acuarianos los dos, me llevabas un año…
Y nos divertíamos mucho…. En los camerinos, en las nocturnas salidas caraqueñas, en los encuentros para llorar por tal o cual jevita… Qué cuitas aquellas…
Y nos separamos y nos seguimos apreciando. Y cogiste para otra geografía y nos escribíamos mucho… Hasta que este 17 de febrero, día de tu cumple 54, me extrañé mucho que no me retornaras las gracias por haberte felicitado.
Y este 16 de marzo te fuiste Chucho… Y se me moviliza el piso…un movimiento telúrico realmente.
Espero que estés volando o ya seas un ave hermosa, multicolor, libre por el Amazonas.
Buen viaje, mi querido Jesús Sosa Chucho. ¡Te amo Bro! ¡Profundamente!

3. Ludwig Pineda
Un enano inolvidable
Juguetón, reflexivo, a veces intenso, a veces meditativo, con tu cámara atrapando imágenes, con los chistes que solo tú entendías…
Compartimos muchas sonrisas, muchas lágrimas, muchas emociones, muchas frustraciones y muchas satisfacciones en nuestros caminos de la creación.
La vida y la escena nos unieron para siempre.
Hoy, de verdad te has hecho invisible en un circo que quedará en el mundo de la memoria de tus amigos.
Ahora lanzarás al viento cuchillos de luz…
Volarás con tu alma, como una bala que atraviesa el universo…
Seguirás haciendo malabares con pelotas de estrellas…
Gracias a ti, se multiplicarán tus enanos, atravesando la cuerda floja sin principio ni fin…
Te acompañaremos con nuestros cantos y nuestras voces, en un circo que seguirá siendo el Más Invisible del Mundo!!!
Pero tú seguirás siendo visible en nuestra memoria y en nuestros corazones…
¡¡¡FELIZ VIAJE, amado amigo!!!
Mi siempre inolvidable CHUCHO.
4. Xavier Agudo
Querido Chucho, gracias por ser nuestro hermano mayor tetiano, por acompañarnos en nuestras travesuras teatrales, por compartir escenario con nosotros. Extrañaremos tu picardía, tu talento, tus ganas de vivir intensamente y ver el alma de todo lo que fotografiabas. Buen viaje compañero.
5. Juan Andrés Cordido
Chucho, con qué cariño nos adoptaste, cuidaste y enseñaste desde el principio en el taller de formación. Y con qué placer, intensidad y risas trabajamos luego juntos por años. La última vez eras Marat. La inconcebible noticia de tu muerte me deja desolado e iracundo.

6. Costas Palamidis
Inmortal en tus fotos, ahora tu luz se pasea por la brumosa Lima… Llega a los farallones del Pacífico y se vuelve astro incaico, rocío amazónico que se vuelve cristal de nieve en Los Andes… Hablaremos con paladares hechizados en alguna huaca, en algún mercado indígena, perennes en las pantallas, en algún libro, algún museo. Tú en teatro, tú en un encuadre preciso, cerca de los innumerables dioses que te quisieron a su lado… allá en el desierto, allá y más allá, siempre vivo, siempre luminoso, con un clic de entusiasmo, llama creadora, perpetuo tu rayo sobre nosotros, nuestro mientras tengamos memoria de ti, vivo mientras pensemos en ti, envueltos por siempre en tu mirada, amigo, vuela y haznos brillar las alas sólo como tú sabías hacer….amigo eterno, Chucho.
7. Francisco Farabundo
Chucho, tu lente diáfano, crisol de imágenes, de personajes palpables y efímeros, inimaginablemente reales, amigo de teatros subterráneos, de amores compartidos, recibe estas palabras de afecto, sé que no te faltarán monedas para Caronte, que Dionisos siga siendo tu guía en esta nueva travesía… Fue un placer conocerte, hermano.
8. Héctor Castro
El circo más invisible de Chucho:
Voy en un bus recordando todas aquellas funciones del circo, antes y después, delante y detrás de bastidores. Chucho se preparaba era disciplinado y dedicado, su maquillaje era sobrio porque era el príncipe que molestaba a su hermana y debía ser malo. En cada función era el mono o el León, era el malabarista, el lanzador de cuchillos, el hombre bala, y finalmente el tierno enano. No sabíamos cómo lo lograba pero siempre era tierno ese enano suyo… yo lo apoyé muchas veces en sus cambios detrás de escena, cada movimiento estaba fríamente calculado para no salir muy tarde al espectáculo… siempre había tensión pero era un momento vivo de Chucho, me pedía los zapatos rápido para el hombre bala y al salir era la alegría completa, el payaso volando por los aires, con su casco protector… Rápido la flor en la boca para el enano; y al salir aquella ternura que emanaba… ese era Jesús Sosa el hombre de las mil caras y el circo era su obra adorada… en muchas funciones me tocó hacer sus personajes del circo y siempre lo recordaba y siempre lo voy a recordar…
Muchos años compartidos, muchas memorias que no se terminan… las personas no se acaban aunque ya no estén, las personas siempre están, aunque se encuentren lejos… Y hoy todo el elenco del TET te decimos hasta pronto porque nos veremos más adelante para seguir haciendo ese circo invisible que hacía visible absolutamente todo, y que hasta al más adulto lo hace ser un niño.
Hoy Chucho es visible por todo lo que fue en el TET y por todo lo que nos dejó con su carrera y su cariño. Hoy volvimos a soñar y soñamos contigo, hoy volviste a nosotros… el mejor remedio para no soñarte es no dormir, pero temo que después despierto te recordaremos más… Siempre Jesús Chucho Sosa.

9. Lya Bonilla
La primera vez que lo vi estaba en el escenario diciendo aquellos monólogos extensos y apasionados de Trofimov, el eterno estudiante, en El Jardín de los Cerezos. Al salir como público, por primera vez de aquella sala del Luis Peraza, tuve sin duda la sensación de haber viajado a otro lugar, a otra época, otro espacio que me había removido por dentro. Nunca hubiese imaginado que unos meses después estaría detrás de escena, en aquel mismo teatro, con el vestuario de Duniasha, inquieta y ansiosa, esperando que empezara la primera función del remontaje de la misma obra, y que Jesús sería el único en decirme «bienvenida» y el primero en desearme «buen viaje». Yo estaba tan nerviosa e insegura que no supe como contestar, creo que me quedé en silencio y sonreí nerviosamente. No tenía ni idea de que en aquel momento empezaría un viaje de más de diez años en un espacio de trabajo que compartiría con Jesús. Él tenía la paciencia para explicarme, serenamente y con delicadeza, cómo si se tratara de una ceremonia sagrada, cualquier pequeño detalle de la dinámica de trabajo. A pesar del alboroto que a veces armábamos en el camerino los recién llegados al elenco, él se preparaba en silencio y nos enseñaba el respeto al oficio. En Así que pasen cinco años fuimos los amantes desenfrenados, en Las flechas del olvido, dos animales vigilando a su presa, y me convertía una y otra vez en niña pequeña cada vez que Jesús aparecía en «el circo más invisible del mundo» y hacía que sus pelotas invisibles entraran en una bolsa de papel o que el enano levitara sobre la cuerda floja. Todas estas imágenes me acompañan, forman parte de mi, son el único equipaje imperecedero que llevo, que llevamos, los tesoros encontrados en este viaje que me une a Chucho, como lo llamaban todos, menos yo. Hoy quisiera desearle a Jesús un «buen viaje» y devolverle ese gesto que me hizo sentir acompañada, como en casa; pero ha partido prematuramente sin que pudiera agradecerle siquiera. Espero que este sea de los viajes más bonitos que haya emprendido jamás, y que comience con esa última línea de Trofimov, en el cuarto acto, antes de salir de escena: «¡Yo te saludo vida nueva!».
«Parece como si existiera en el cerebro una región totalmente específica, que podría denominarse memoria poética y que registrara aquello que nos ha conmovido, encantado, que ha hecho hermosa nuestra vida».
La insoportable levedad del ser, Milan Kundera
10. Carlos Sánchez Torrealba
Se van las personas y siempre quedarán sus sonrisas y su risa contagiosa. Se van y nos dejan las memorias de sus emociones compartidas, sus visiones, sus hechuras, sus discursos, su temple, su obra y su don de gente. Por supuesto, de gente buena. Porque la gente maluca, definitivamente, no tiene ni don de gente y se morirán solos y descompuestos porque ya venían así ¡unos bichos de su madre con todo y ropa! Pero, la gente buena, que somos más y que sí tiene don de gente, puede llegar a ser memorable. Sobre todo si además tienen el don de hablar en lengua y de ver el ángel y el duende que hay en el otro ¡y hasta de detectar dónde hay duendes de verdad y hacer que se materialicen para que otros también puedan gozar de su presencia!
En este momento de nuestras vidas, cuando se nos han ido tantas personas queridas, va haciendo uno, de manera más constante, el doloroso y terrible ejercicio de tragar grueso y continuar… De engullir el trozo de pescado, grande y grueso, para que baje la espina atorada en la garganta… De sumergirse y casi ahogarse como un náufrago en las propias lágrimas y, después, días y noches después, salir de allí hasta que Diosas y Dioses dispongan otro despacho, otro despecho… Salir de allí, empapado y ojeroso hasta en el alma, con un hueco que ya no encontrará relleno ni zurcido posible… Estarse allí o salirse de allí con varios tramos de silencio… El estupor ha sido tan grande, es tan enorme, que no hay sonido que interfiera porque no se puede ni escuchar… Es como si todo dejara de sonar… campana sin badajo, canto de mudo, la laguna Estigia, el páramo en pelotas, los caños del Delta al alba… Porque quienes se han ido, se han llevado un sí mismo que era una joya con la que nos sentíamos capaces de admirar…
Razón tiene aquel cante andaluz: algo se muere en el alma cuando un amigo se va… Esa sevillana es testimonio de cómo toca asimilar las despedidas… Así como los gitanos, nos toca cantar de duelo con la partida del amigo, de la amiga, del familiar…. Hay una desgarradura y más huecos nos quedan en el entramado de las dudas ¡y nos lo recuerdan los gitanos con verso y música y que no paren los pies de tanto taconear, que no paren los palos! Los palos del flamenco, los aplausos para el artista que ha salido de la escena…. Ese vacío que deja el amigo que se va… ese amigo que se va… es como un pozo sin fondo que no se vuelve a llenar…
Tú ¡y que me perdonen Diosas y Dioses! No tenías edad para irte todavía… por despedidas como la tuya es que me viene sola esa cosa de que la muerte es una impertinencia ¡¿por qué no se morirán más bien los bichos malos de su madre con todo y ropa?! ¡¿Por qué no se morirán todos los malucos de una buena vez y para siempre?! ¡¿Cuándo llegaremos a encontrar la fórmula que les elimine a todos y nos dejen tranquilos?! ¡¿Ah?! Aunque suene a soberbia… Sí ¡claro que aparece la soberbia! Una soberbia parecida a esa con la que los toreros salen de la faena, como las sopranos salen de su aria compleja y hermosa, con la que tú salías del escenario, sonriendo y elevando el mentón, porque sienten que ha sido brillante la actuación… Un orgullo se alebrestaba en ti. Siempre lo recordaré. Siempre recordaré ese tono altanero y risueño. Un digno orgullo de quien sabe que todo el esfuerzo de meses ha valido la pena para salir allí al ruedo y brillar por minutos haciendo de Marqués o de Príncipe o de doctor o de cómico de la legua y que la gente quede boquiabierta… Un orgullo, una altanería y una soberbia que, a fin de cuentas, no era más que una plasticidad ¡nada más y nada menos! Una blandura, una elasticidad, una ternura para entrar y salir de los personajes con facilidad jabonosa y volver a entrar en otro momento vuelto enano de circo, temerario lanzador de cuchillos, risueño hombre bala disparado por los aires o mago que hace trucos sonoros apareciendo y despareciendo pelotas con simples bolsas de papel…
Fueron muchos los viajes compartidos, las escenas compartidas, los cuentos intercambiados, las risas y esas seriedades de andino que no eran más que un agudo silencio, una aguda observación para disertar y afinar los sentidos y presentar nuevas perspectivas ¡tan claras! Tan claras que pudiste desarrollar un ojo tremendo para hacer de la fotografía otro de tus oficios preferidos ¡con tanta gracia y tan buen gusto! ¡Con tanta asertividad en el encuadre que uno quedaba perplejo ante tanta belleza!
No le queda a uno más que darles gracias a las Diosas y los Dioses por haberte tenido entre nosotros y agradarnos la vida con tu presencia, mi eterno y querido Chucho, amigo y compañero en este arte de birlibirloque. Ojalá heredemos parte de lo que compartiste con nosotros, ojalá que tu hijo Emiliano y tus otros hijos ¡así como tu amado sobrino ya lo ha hecho! saque esa mirada que se perpetúe en imágenes de sueño. Ojalá -que como lo hace María Teresa- podamos seguir viendo a los duendes que pueblan el espacio y tomar con ellos algún miche callejonero y reírnos con ellos hasta de las simples cosas o de las profundas y poder recordarte siempre en la sutileza, así como en la fiereza de las luces y de las sombras ¡Hasta siempre, amigo del alma!
Carlos Sánchez Torrealba
11. Dixon Dacosta
A mí, Chucho me decía «Dixi» y lo conocí en el Programa de Formación de 1998- 2001. Chucho, era de las personas que todo lo que supiera, lo compartía. Como todo integrante del TET, siempre ofrecía todo lo que estuviera a su alcance: casa, dinero, comida, abrigo y conocimiento. Era apasionado por el Arte en todas sus expresiones y un obsesionado perfeccionista por el arte del actor que heredaba de sus maestros Yuma, Elizabeth y Eduardo. Cómo fotógrafo descifraba el espíritu de quien se asomaba en su cámara y lo catapultaba a una especie de nube eterna. Nos hicimos hermanos porque compartimos sentires y pensares en incontables viajes con «El Teatro Rodante», donde los «Soñadores» le dieron vida a «El Circo Más Invisible del Mundo». Mérida, Zea, El Cambur, Maracaibo, La Colonia Tovar y hasta los caños del Delta Amacuro fueron testigos de un insostenible amor por nuestro trabajo actoral que recién comenzaba a curtirse con cielos de todos nuestros paisajes venezolanos. La última vez que hablamos me dijo: «Dixi, estemos donde estemos, sabes que puedes contar conmigo, porque nuestra conexión está por delante de cualquier distancia». Eso fue en el mes de diciembre del año pasado, cuando me dijo eso… Y lo recordé tanto ayer, cuando supe de su viaje a la eternidad, porque se parecía mucho a las palabras que me dijo mi hermano Chopo (en uno de mis sueños), cuando yo no podía dormir después de su partida a la eternidad, también. Así son los hermanos amados, te cuidarán siempre. Bijisani Chucho, ate pacateba. Te quiero Chucho, hasta luego.
12.Gloria Núñez
Con claridad me vienen a la memoria las imágenes… Jesús y yo compartimos una inexplicable sensibilidad hacia los mal llamados locos de la calle, y él, Jesús, con su ojo sensible y su cámara al hombro, los supo captar en diversas expresiones. Para mi, en el proceso de investigación sobre la «Fiesta de los Locos», fue impactante el poder ver y reconocer, a través de sus fotos, un mundo complejo, intrigante, trágico. A veces, esos rostros eran cálidos, de mirada perdida e inocente; otras veces, intimidantes, furiosos contra la nada!
Jesús supo ver más que mirar. Su sensibilidad hacia la tragedia de esos seres humanos, lo llevó incluso, más allá de sólo ver sus rostros, creo que en algunos, pudo ver su corazón.
13. Mercedes López
Para Chucho:
La primera vez que te vi actuando quede cautivada del aire misterioso de aquel niño, el único que había visto a Godot. Creo que siempre fuiste un mensajero y que lo sigues siendo en otro plano.
Poco después de ver Esperando Godot se abrieron las inscripciones para el Taller de Formación del TET. No dudé en acercarme. Fue así que tuve la oportunidad de desprenderme de las máscaras cotidianas para conectarme con mi cuerpo, con el espacio y los demás de una forma más orgánica. Sería imposible describir con palabras todos los imaginarios recreados y vivencias compartidas en el sótano de la Capilla San Pedro. Sólo diré que en ese andar donde nos encontramos con nuestros límites y resistencias, estuviste ahí para guiar el camino.
De forma más lúdica nos encontraríamos años después en Mérida, durante el rodaje de Postales de Leningrado de Mariana Rondón. Hacer contigo de guerrillera en los espacios del Jardín Botánico ha sido una de las experiencias más gratas que he tenido dentro del medio audiovisual. No podía ser de otra manera después de haber compartido tanto tiempo de entrenamiento.
Lamente profundamente no poder encontrarme con los amigos y amigas para recordarte, pero te despedí bailando y haciendo teatro.
Si en los caminos y viajes que tengas ahora te encuentras a Nanda, dile que sus enseñanzas están presentes en mí.
Mercedes López

14. Newton Rauseo
Jesús…
Compañero de almas
Temprano te llevó la muerte al vuelo sin retorno.
No será capaz ella de llevar mis recuerdos de tu presencia escénica ni tu hermandad sentida.
Mi memoria no podrá borrar tu asistencia solidaria… tu acompañamiento humano y afectuoso… cuando me tocó enfrentarme al público en solitario monólogo.
Hermano… hoy mi alma está pesada de tristeza al enfrentar la realidad de no poder sentir ya más tu hermandad ni tu solidaridad
Tanto tiempo sin tu compañía hermano… ya no podrá ser remediada con un esperado reencuentro y abrazo caluroso
Doy gracias a la vida por aquellos momentos… del tabaco chejoviano, por aquellos otros de los demonios dostoievskianos… por todos los otros momentos vividos en escena… en que viviéramos juntos la dicha del culto por las artes del ser actor
Sólo te pido… en donde quieras que estés…iluminarme con los rayos de tu corazón como cámara eterna que resplandece la vida
Jesús Sosa… Chucho…
A quien tanto quería…
Newton Rauseo
15. Guillermo Díaz Yuma
Perro Dolor
Jesús llegó al grupo TET a inicios de 1990. Estábamos comenzando una nueva etapa en el grupo con nuestra llegada al teatro Luis Peraza, desarrollando un proyecto social que se planteaba -y aún lo hace-, una programación constante, la creación de obras teatrales y una estructura formativa para la disciplina teatral en diferentes niveles y edades. En este último estaba “El Taller del Actor” que se transformaría en lo que es hoy el “Centro de Formación e Investigación Actoral TET”. Seguramente estas cosas atrajeron a Jesús pues lo vi por primera vez estando en el taller que dirigía Pancho.
Estábamos terminando la última función del Hamlet cuando entregue los libretos de la próxima obra que dirigiría Elizabeth Albahaca Ferdydurke en 1991; fue la primera obra en la que él trabajó con nosotros como invitado y es la obra que da pie a su entrada al TET. Después vendrían trece obras más: Demonios (1994), Esperando a Godot (1997), El anillo de las hadas (1998), El proceso (1999), Soñadores (1999), La nave de los locos (2000), El Rey se muere (2001), El jardín de los cerezos (2003), Yo, Satán (2006), Marat-Sade (2008), Así que pasen cinco años (2008) y Flechas del olvido (2012). En El circo invisible (2000) estuvo de manera continua hasta su partida en el 2013. Casi todos los integrantes del grupo participaron en esta pieza, una obra que con su mágica candidez, ingenuidad y picardía provocaba una extraña y grata relación con el público. Ludwig, como director de la obra y yo como su asistente muchas veces, le pedíamos a cada nuevo integrante al incorporarse a la obra que aportara algo nuevo a esta imaginería para que no perdiera su origen de creación colectiva. Cuento esto porque “El circo”, como le decimos internamente, nace de la fantasía de un grupo de actores que viajaban a zonas de Venezuela con el proyecto “El Teatro Rodante” (que describo en la Hoja de TET “El Teatro Rodante y el creador -Seguimos rodando”). Esos actores eran Ludwig Pineda, Anabel Rodríguez Ríos, Jesús Sosa, Arnaldo Mendoza y después se suma Carlos. Jesús hace la primera propuesta creativa de esas conversaciones con “El enano”, a la que se van agregando otras de ellos. Él fue el motor imaginativo de ese primer “Circo” y lo constata en los otros personajes siempre presentes en la obra como son “El malabarista”, “El lanza cuchillos” y “El hombre bala”.
También fue pieza importante en “El Teatro Rodante” no sólo por su apoyo sino también por su sensibilidad y comprensión de los fines de este proyecto. En un informe que él hace después de uno de los viajes (Hoja de TET «Donde lo humano parece deslastrarse del artificio«) notamos su conexión; cito una parte: “…Cuando íbamos a prepararnos para hacer “Soñadores”, empezó a llover con fuerza, el río había hablado. Cesó la lluvia y fuimos a cambiarnos, maquillarnos, nada más y nada menos que al mejor de los sitios para convocar la magia del teatro: monte adentro, para que esa confluencia metafísica que llamamos “El duende” nos tomara; así maquillándonos unos a otros entre el rocío, finalmente se nos reveló la dignidad, la selva y sus caminos condujeron nuestros pasos, nuestra expresión, nuestra vida no sería la misma. ¿Cómo se describe la verdad del río? ¿Cómo explicar la sensación de salir de entre la selva hacia un pasaje infinito, disfrazados de lo que queremos ser, absortos, invadidos de Jebura (El verde). Allí frente a nosotros, los indígenas, que nunca habían visto una representación teatral, aguardaban en ese silencio que lo dice todo. Al comienzo los niños se asustaron por el maquillaje, los zancos, etc., pero al rato frente a los cómicos, estaban los Waraos, todas y todos, esos “Hombres de agua” que parecen ver mucho más allá de donde el cielo se hace líquido.»
Ahora el cielo se abre para Jesús, a nuestro Jesús, a su carácter conciliador y agudo ojo, y me viene la música del tango “Sé que te marchaste”, que en una línea dice: “Perro dolor…. perro dolor”.

16. Aromaia León
Me entristece mucho su abrupta partida. En mi memoria está presente como alguien que amaba profundamente el teatro y que estaba muy orgulloso del TET. Contaba unas historias asombrosas sobre el mundo teatral, que daban ganas de quedarse en el teatro para siempre. Cuando presentamos las escenas del segundo año de formación tuvo una mirada tan generosa sobre nuestro recorrido, recuerdo sus reflexiones, la confianza que tenía en el proceso del TET, su apoyo. Después, cuando presentamos El público, lo escuchaba reflexionando sobre Lorca, y me sentía abrazada por su nobleza. Le agradezco su enorme generosidad, la confianza, y la absoluta devoción por el teatro. La muerte llega abrupta, y en su paso saca los recuerdos, que nos permitan, aunque sea, valorar más esa vida que fue y que no dejará de ser.
17. Areani Rondón Andara
La casa de Jesús Sosa
La muerte desploma las palabras, nos deja una honda mudez, un estremecimiento que hace insólita la propia respiración; ésta ya no será un movimiento común con aquel que se ha marchado, pero que, por nuestra rara condición de humanos, comparte el oxígeno que alimenta la memoria. A pocos meses de despedir, también inesperadamente, a nuestro compañero Alan Puerta, a días de que nos dejase el maestro Nicolás Curiel, llega nuevamente el aturdimiento de otra pérdida. El recuerdo es una planta que también florece en ese desierto habitado cuando estamos frente a la muerte y, en medio del estupor, el único sentido que queda de pie es, precisamente, la búsqueda de sentido. Cuando no queda ni una remota posibilidad de encuentro solo nos reencuentra el recuerdo.
Sin saber por dónde comenzar este texto -ni tan siquiera a quién dirigirlo-, invoco la memoria del Jesús que estuvo a mi lado como compañero de gestos. Vivos en mi memoria permanecen su silenciosa presencia, la forma de disponerse y de ordenar sus objetos para cada función, su estar en la escena, el sentido de familia y hermandad con el que daba la bienvenida a los nuevos miembros del TET quienes recién habían culminado los talleres de formación. Huellas en el trecho del tránsito que compartimos. El circo más invisible del mundo me brindó la espléndida oportunidad de estar más cerca de él. Los personajes que interpretaba son un sueño: no solo el poder hacerlos, también la posibilidad de ver la materialización de fantasías y de tantas pruebas para que en cada función pudiésemos dejarnos encantar por el artificio, volar y liberar la imaginación. Además de interpretar el personaje de Diana, la asistente de su Ulises, fui testigo de cómo Jesús pasaba los trucos y los secretos a los demás intérpretes. Queda en mí especialmente la escena de Jesús ensayando sus personajes más queridos, «El Hombre Bala» y «El Enano», con Héctor (Castro), con Manuel (Chourio). Era un hermano mayor legando una herencia con especial cariño, dedicación, confianza y admiración.
Al final de cada función de El Circo, cuando cantábamos “Volví a soñar”, Jesús solía ser el último actor que recibía el espejo en el cual las personas más importantes del mundo, cada uno de los espectadores, se miraban mientras aguardaban por la llegada de «la persona más importante del mundo». Jesús tomaba el espejo de manos de otro actor o actriz para pasar fugazmente por cada uno de los rostros de las actrices y los actores, y volvía a la fila con los últimos acordes de la canción que nos acompañaba. Pese a que ese recorrido ya no podrá ser repetido por él, algo gravitará en la sala, como las pelotas invisibles de su malabarista.
Semanas antes de su viaje al sur del continente, Jesús nos dijo a Manuel y a mí: “Cuídenme mi casa” refiriéndose al TET. Nueve años después de escucharla, esa frase cobra para mí otro sentido al leer cada uno de los testimonios que han escrito quienes compartieron con Jesús un sinfín de experiencias. Cada palabra trae consigo la casa que Chucho erigió con cada persona. Sus manos ahora ausentes han aproximado otras tantas, algunas desconocidas, y sin embargo, cercanas y familiares. Es como si Jesús pasará con el espejo por cada uno de nosotros para recordarnos que la vida finalmente queda en El circo más invisible del mundo.
Versión pdf del texto:
Fotografías de Jesús Sosa, trabajo para montajes del TET